28.6.10

Hay que follarse a las mentes

Íbamos en el mismo vagón, claro y ruidoso como una mañana de fiesta local. Gente de pie, gritando en charla; gente sentada; gente, gente y gente por todas partes. Yo, posaba mi culo en dos nalgas que descansaban sobre una de las paredes del tren. Tú, cogida de la misma barra, intentabas en vano mantener un equilibrio que tu cuerpo (hermosa azabache tu piel), no podía permitir. A ratos, para mi (lo confieso), pedazos de cielo raso en el centro del mar, el movimiento acelerado de la locomotora te acercaba supongo que más de lo deseado.

 

Cuando cruzamos los ojos, fuiste fiera y soportaste el deshielo como jamás hubiera esperado. Intimidado, recuerdo que mi mente dibujó una leve sonrisa aunque tu no la vieras. Tu sonreías también. Fue la señal que los jugadores esperaban:

 

Yo: -sabes, puedes acercarte cuanto quieras.-sonrisa.


Tu: -entonces espera a la próxima y verás, luego no te arrepientas...- mueca con los labios.


Yo: -¿arrepentirme? Lo estoy deseando, hace tiempo que no me ponen a prueba, a ver que tal sales de esta preciosa...- mirada a los ojos.


Tu: -saldré como siempre, con la cabeza bien alta y estas dos tetas....- chirrido del tren; beso apasionado tuyo; beso en el oído y susurro: -me has puesto muy cachonda, cabrón.-

 

El tren decreció hasta pararse, se amontonaron los transeúntes, descendieron, y con ellos bajaste tu. Alguien te esperaba, alguien a quien también besaste, y mientras yo dejaba mis ojos en esa ventana, tu te dabas la vuelta y me lanzabas con el índice y el corazón un saludo que me supo a gloria.

 

Hay que follarse a las mentes, no a las personas.

 

NACHO HUERTAS

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