15.7.10

El más viejo de los ruidos

Ojos calientes y verde avellana marrón. Sobraban las miradas y faltaban besos desespero azul agua. Labios carne avellana. Bocados al aire y a tu espalda, y a tus pezones, y a tus finas, las curvas...

Tirones de pelo, suspiros, halagos y risas cavernet-sauvignon. Uvas amarillas y regaliz en tus mejillas. Dispuestos en la cama estamos, mientras empieza el más viejo de los ritos....


NACHO HUERTAS

6.7.10

Lo empezamos a construir por el tejado

Y ardía. Una vieja foto nos endulzó la boca junto con la copa del Rhône. À la Place des terreux je t'ai vu!! ¿Quieres una vida nueva? Contesté. Allons-y chez moi....

Las mujeres francesas son esbeltas y delgadas. Son de rasgos finos, como sus manos, delicadas como unas perlas, a veces negras...

Le pasé la palma de la mano por el cuello, con fuerza, subiéndole el pelo por detrás y agarrando su cráneo con mis dedos. Doucement, s'il te plaît.... ¿ahora me tuteas? Ven. Nos tumbamos en el sofá. Cada una de sus piernas con cada una de mis manos se distanciaban. Los ojos bien cerrados, y aullando. Mis labios carnosos acompañaron a la lengua en su mágico viaje. 

No hay nada como hacer el amor descalzos, y con ganas.

NACHO HUERTAS

Las curvas


¡Por dios que curvas! Me gustaría perder mis manos en suave deslizo sin comisuras. Me gustaría revolotear como mariposas en las cercanías de tu ombligo. ¡También rozar mis labios con los tuyos! Eso también, claro está. ¡Pero que curvas! Perderse en ellas debe ser caer en la locura de parar el tiempo. Sabor caramelo, café y leche, lamer esos senos. Cerrar los ojos y sentir sólo calor...

NACHO HUERTAS


1.7.10

Un, dos, tres, nada más

Ayer pasamos toda la tarde tomando panaché en las minúsculas terrazas de Monpellier. El calor y las risas nos unieron. Recuerda que fuiste tu la que me telefoneaste pasadas dos semanas y me propusiste hacer algo juntos. Todo te dije yo.

Cenamos cuscús y compramos el vino blanco en la licorería de enfrente. La emoción de escucharte hablar árabe pudo conmigo. Camino de la residencia te lancé un beso del que sutilmente escapaste. Sonreías todo el tiempo, pero me cerrabas las puertas de tu cama. En Argel se hacen diferente las cosas, imagino. Solo que la diosa fortuna estaba de mi parte, como lo está siempre. ¿Te acuerdas? Justo antes de despedirse llegaron dos de tus compañeros de curso, y quiso la casualidad que empezáramos hablando en italiano. Y te encanta. Yo me desenvolví con seguridad, contento. Te gustó tanto que pude notar en como me mirabas que me ibas abriendo poco a poco tus piernas, mientras yo bromeaba y repartía cervezas.

Se fueron, y de nuevo a solas eras otra persona. Estabas excitada, tus ojos ardiendo pasión lo dejaban claro. Te besé contra la pared y al poco mi mano se escurrió bajo tu falda. Recuerdo bien el leve roce de mis dedos en tu sexo que, extensamente húmedo, pedía ahora guerra. Sin embargo, como soy un poco resentido, te dejé en ascuas con una mala excusa. Pero quedamos para esta mañana.

En mi habitación a las diez, para desayunar juntos, has llegado a las nueve. Tus ojos quemaban igual que cuando los despedí anoche. Apenas hemos utilizado palabras, las dijimos todas ayer. Te has acercado a la cama y me has ofrecido tu espalda frágil, dejando que te arrancara la ropa. Desnudos, nuestros cuerpos se han dejado vencer por el magnetismo de nuestros sexos. Hemos ido despacio, gozando cada segundo, cada mirada a los ojos...

Después de corrernos dos veces, hemos decidido salir a tomar café et croissants. Estabas distendida, suelta, feliz como nunca. Me has besado en el cuello y luego has corrido al parque y cantabas como la misma Lubna Azabal; un, dos, tres, nada más...

Ese movimiento sólo lo poseen las mujeres sexualmente libres.

NACHO HUERTAS