Ahora que dejó de llover, me persigues. Ahora que calmé mis ansias con ella, me persigues. Dices que no es verdad, pero mis rodillas tiemblan cuando se enfrentan a tu mirada. La boca perversa deconstruye lo que dice. Labios de lo que pudo haber sido y jamás será. Y ahora, tu me persigues.
Yo te escribo de vez en cuando, vendiéndote algunos encantos abiertos que te minan el ánimo, para bien claro está. Te ofrezco lo que más me sobra, palabras e historias de otras, y te animas como todas las de tu especie. Especie de soledad. Sangre y fuego.
Ahora, dudas no tengo sobre como actuar, cuando nuestros ojos se mezclen y los de alrededor desaparezcan, sabré estar a la altura de tu cama; de tu piel, de tus gritos, de tus arañazos, de tus extrañas preguntas, y mi lengua actuará como verdugo de gloria y tus suspiros, esos que no se pueden fingir, se oirán desde lo alto de la ciudad, bajo la luna.
NACHO HUERTAS
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