23.8.10

Perfecto

El sudor era pasión al compás de nuestros sedientos balanceos de cama. Ella debajo de mi arañaba las blancas sábanas mientras yo desde dentro lamía sus pezones. Así nos corrimos. Separados, me encendió un cigarrillo y me lo dio con una bocanada de humo. Apuré la copa caliente de cava y la devolví a su mesita de noche. Boca arriba, no recuerdo en que pensaba cuando ella de deslizó como una serpiente sobre el colchón y comenzó a lamer mi sexo. Yo le dije: -¿qué haces?- Y ella, corrió sus labios hasta mi oído y susurró: - Eres el hombre del perfecto pene.-


NACHO HUERTAS

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