2.3.11

¿índice o pulgar?

Con el dedo índice retiré el pelo de su frente y sus ojos azules me deslumbraron. Con el pulgar rocé su mejilla deteniéndome en la comisura de unos labios que, en forma de sonrisa tímida, decoraban en maravilla. Bajé por el cuello y un pellizco-masaje la liberó del estrés acumulado. Se tumbó en la cama en forma de barca. Mi índice atacó de nuevo zigzagueando en su escote hasta acariciar sus senos. Un aullido de placer, y sus pezones se mostraron firmes, dispuestos, erectos. Me detuve a la derecha y el pulgar jugaba con el botón rojo una y otra vez. Bajé su cremallera con la profesionalidad de un cirujano, el vestido negro se retiró derrotado al suelo y su cuerpo amenazó excitación bajo un minúsculo tanguita rojo. De los senos a las caderas dibujé corazones palpitando, y mi lengua campeó a sus anchas. La comisura de su tanga penetré con el dedo mientras sus movimientos en la cama pedían cada vez más acción. Se lo quité despacio, primero la cadera a un lado, luego al otro, y el Monte de Venus se convirtió en objetivo. Bajé dulcemente con el índice hasta abrir los labios. Su sexo se ofrecía ardiente a mis manos. El pulgar ayudó, y el corazón entró en combate. Se deslizó suavemente en su interior, mientras un grito de placer se perpetuaba en el ambiente.

NACHO HUERTAS

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